¡Felicidades, Almirante!

de José Hidalgo

¡Felicidades! Así suelen empezar las muestras de cariño tras la trayectoria profesional de personas competentes. En este caso, se debería comenzar la felicitación con preguntas de sorpresa y asombro: ¿Ya? ¿Tan pronto? El Profesor Gies, que con el tiempo fue David, luego Almirante David, siempre ha estado en mi memoria y más profunda estima desde que lo conocí de manera virtual en la primavera del 2003, cuando buscaba un programa de doctorado para continuar mis estudios. Muchos lectores sabrán de la dificultad que entraña decidir entre un programa u otro, y en mi caso, tenía preparadas hasta doce solicitudes. Quizás pensaba que mientras más solicitudes mejores posibilidades de encontrar el programa adecuado. Sin embargo, fueron la profesionalidad, entusiasmo y buena disposición de David lo que hizo que rasgara en pedacitos las restantes once. Así fue, David me había convencido de que tenía que ir a C´ville para estudiar en el SIP, y ahora solo tenía una opción; bueno dos, la otra era regresar a España si no entraba en el programa.

A David lo conocí por fotografía antes que en persona. Fue en los primeros días de visita a Cabell Hall donde lo encontré junto a Don Juan Carlos, Rey de España por aquel entonces. ¿Cómo?, se preguntarán. Sí, elegantemente retratado junto al antiguo Rey. Creo recordar que posteriormente se cambió la foto por una con Don Felipe VI.

Una vez me presenté en su oficina y acepté el ritual de comerme unos M&M´s, ese famoso tarro de chocolates que preside su escritorio, tuve el privilegio de conocer a una de las personas más generosas, amigables y cariñosas que la profesión ha visto y echará en falta. No voy a mencionar sus éxitos académicos de sobra conocidos, ya que me extendería páginas y páginas. Es que además David va más allá, y su persona desprende un aire señorial y folletinesco. Para empezar forma parte de la aristocracia española, el academicismo de ambos continentes, e incluso al más puro estilo cervantino su persona salpica en las páginas de ficción de algún que otro escritor de envergadura.

Además de estas peculiaridades, unas de las características que destacan de David son su generosidad y sencillez. Por aquel entonces del 2003 yo era un simple y humilde estudiante graduado, de escasos recursos y algo perdido en la cultura y el idioma. David, por el contrario, era profesor catedrático, reconocido en las esferas docentes y literarias, y sin embargo se ofreció sin preámbulos a llevarme de compras al supermercado y a mostrarme la ciudad. No sólo una sino varias veces, y siempre con una disposición apabullantemente positiva que hace arrancar sonrisas hasta a un muerto. Me trató con gran cariño y ternura, pues para David no hay jerarquías ni rangos sino personas con alma, mente y corazón.
También disfruté a lo grande, al igual que muchos otros estudiantes, de su talento como pastelero en todas las celebraciones cinematográficas. Así que además de facilitar a sus estudiantes la vida con su sabiduría y apoyo, nos endulzaba el paladar y nos llenaba la barriga.

Sin duda, me dio gran regocijo que fuera a la defensa de mi tesis sobre asuntos medievales en El Greco con el inolvidable Chico, quien no bostezó en ningún momento. Ejemplo de seriedad académica, dignidad y rectitud. Siempre le agradeceremos que en el seminario de mujeres decimonónicas que impartió nos ayudara a publicar los trabajos finales de investigación en una revista académica. Y la lista de acciones de apoyo y ayuda puede continuar y continuar… Después de la escuela graduada, siempre ha respondido en menos de veinticuatro horas a cualquiera de mis inquietudes profesionales, con buenas sugerencias y comentarios inteligentes. He tenido el gusto de encontrármelo en varios congresos y siempre he disfrutado de su compañía, y de compartir muy buenos momentos. A día de hoy seguimos en contacto y ojalá que por muchos años más. ¡Felicidades, Almirante, por ser uno de los genios de carne y papel en este Parnaso terrenal!